AVENTURAS DE UN ESTRELLITA DE MAR EN LOS MARES DEL SUR

RESUMEN: Este es un tributo al sur chileno, a esas tierras mágicas donde todo parece posible en una paleta de verdes inimitables, cuyas historias no llegan nunca al Gran Santiago salvo distorsionadas por las mentes citadinas[1]. Pero también es un tributo a las mujeres de esas tierras que, abandonadas durante meses por sus hombres para traer los porotos[2] a casa, sacan la fuerza de sus ancestros para cuidar sus hogares, sus casas, sus hijos, y trabajan como el mejor de los hombres, e incluso mucho más.

Buscando desde la inmovilidad el calor húmedo de caricias subastadas descubrió en el mundo frio la actividad que nunca tuvo en los climas bochornosos.

Myr Carromero, abril 2023

PARÁLISIS

¡Pucha[3], chuta[4], puta, mierda! ¡Me destinan al frio sur!, exclamó furioso Aníbal, mientras leía el correo. Llevaba semanas temiendo ese destino.

Aníbal trabajaba en las oficinas centrales de una gran empresa salmonera en Santiago de Chile, ubicada ésta en el barrio alto de la ciudad, alejada de la contaminación que tan productivo alimento provocaba por la concentración de animalitos y la codicia de sus dueños.

Ganaba un sueldo generoso que le daba para pagar la hipoteca de un departamento amplio y darse lujos de pituco[5] con lucas.

Pero Aníbal no siempre gozó de este bienestar. Venía de La Pintana[6] de una familia humilde y desestructurada hasta tal punto que fue su abuela quien lo crió, cuidó y le hizo ser un hombre de bien. Si su viejita Adela le hubiera escuchado esa seguidilla de garabatos[7] estaría ahora con el poto[8] roto a correazos, pensó recordando a su tata[9] querida.

Como no tenía nada mejor que hacer que ir a misa y estudiar, sacó el mejor puntaje de la PSU[10] que le dio acceso a una beca en la Católica[11] para egresar[12] como Ingeniero Comercial.

Así que fue necesidad, pero sobre todo falta de imaginación y exceso de abulia lo que le permitió dar el salto social y codearse con lo más granado de la sociedad santiaguina.

Su abuela que creyó haber cumplido con su razón de existir, no sintiendo tener más obligaciones en este mundo, murió a los tres días de recibirse[13] de ingeniero su único nieto, dejando a Aníbal dueño de una pequeña vivienda y con toda la libertad para decidir sobre su futuro si el maldito libre albedrío le daba esa oportunidad.

Cómo nunca fue muy ingenioso, pero si tenaz, y auspiciado por el pasaporte del título de la ilustre universidad, consiguió un puesto de Ingeniero Comercial en una de las salmoneras más importantes del país. Su carácter dócil y servicial hicieron el resto para que desarrollara una carrera brillante llegando a ser la mano derecha del gerente, hasta que conoció a la Desgracia.

Desgracia llamaba a la hija del gerente, que en realidad se llamaba Gracia. El nombre no reflejaba para nada ni el continente ni contenido de la infortunada mina[14] salvo en una donosura que atesoraba y escondía, aunque compartía generosamente: follaba divinamente.

Fue precisamente su carácter obediente y servil lo que le condujo a conocer a la Desgracia. El gerente harto del gracejo sexual de su primogénita que había repartido equitativamente con toda la plantilla masculina de la salmonera decidió confiársela a Aníbal al que vio con pocas ambiciones en aspectos lúbricos.

BAUTIZO ESTRELLADO

Pero, Aníbal con aquella cara de bobo sumiso escondía un pequeño secreto. Si bien era cierto que no respondía al estereotipo de macho activo sexualmente, esa insolvencia carnal lo hacía extremadamente atractivo para algunas mujeres.

La misma apatía que rodeaba su vida se extendía de forma natural a sus deseos sexuales, pero como era pasivo nativo, terminó yendo de putas con los compañeros de pega[15] por no hacer oposición.

En la habitación con una de las reinas del putiferio santiaguino, la Parada la llamaban porque paraba[16] todo miembro que se le acercaba, no sabiendo que hacer, no se le ocurrió mejor cosa que tirarse a la cama en pelota viva[17], formando un pentágono perfecto con las puntas de su cabeza, manos y pies.

Así extendido la Parada le paró el miembro con sus artes milenarias alcanzando éste una estatura descomunal en su nuevo estado, y antes de que viviera el momento feliz en solitario, la hetaira se montó sobre el pico[18] para, con una poco sutil técnica de rodeo, hacerle ver las estrellas al cipote bien dotado.

Las noticias sobre la hinchazón vertical se extendieron como la mala fama en todas las mancebías de la ciudad precordillerana hasta tal punto que Aníbal era recibido con honores en todos esos salones y era la dueña de los mismos quien probaba primero el falo epicéntrico del pentágono estrellado.

Y una cosa llevó a la otra, de tal forma que en estos círculos Aníbal llegó a tener alias como los rateros[19], las putas y los buenos toreros, y su apodo no pudo ser otro que el de Estrellita de Mar por esa costumbre suya de extenderse sin pudor sobre la cama marcando equidistancia entre las puntas de cabeza, manos y pies, dejando a su miembro bien centrado para el goce de hembras hambrientas.

Nunca hubo varón que con menos trabajo consiguiera tanto deleite, de forma que, igual que consiguió todos sus triunfos en la vida, la pasividad de nuevo le llevó a la celebridad, esta vez ayudado por la antigravedad de un miembro que buscaba las estrellas en cada acción de las hábiles manos de sus consentidoras[20].

El pobre gerente desconocía estas habilidades de su disciplinado colaborador, pero la Desgracia que todo lo oía y escuchaba si sobre sexo se hablaba, se apercibió pronto de que su padre le había entregado en bandeja a la Estrellita de Mar.

Y en ese momento se fraguó la condena para ese superdotado de la inacción.

TRAGEDIA PENTAGONAL

Aníbal fue capaz de esquivar las artes amatorias de la Desgracia en casi media docena de ocasiones. La esperaba siempre obediente en el salón de visitas de su casa mientras tomaba un té con su señora madre, Doña Aldonza, con la espalda muy recta y sentado casi en el borde de la silla, a punto de caerse, repeinado y perfumado hasta el hartazgo.

Cuando bajaba al salón, la Desgracia lo agarraba del brazo con harta[21] violencia y se lo llevaba a la calle buscando la ocasión de llevarlo a algún lugar sólo y obscuro donde saborear el miembro eréctil. Pero una y otra vez, cuando lo quería meter en un callejón sombrío, se encontraban con conocidos que saludar interrumpiendo los deseos inaguantables de la hembra en celo.

Ya se estaba desesperando cuando un día escuchó que su madre se iba a hacer una visita y llamó altiro a Aníbal. Este acudió raudo y con el mismo vicio por la gomina y los perfumes dulzones que en anteriores visitas. Tocó el timbre y la puerta se abrió al mismo tiempo siendo arrastrado al interior por una fuerza descomunal. Detrás de aquel brazo que lo remolcaba, estaba la Desgracia que corría escaleras arriba llevando de lebrel a Aníbal agarrado por la corbata.

Una vez en la habitación, la Desgracia le hizo mirar la cama y algo en Aníbal se transfiguró porque se emporretó[22] en estado de trance y se colocó en la cama con las cinco puntas de cabeza, manos y pies formando el famoso pentágono. La Desgracia no se hizo de rogar y en un pispas[23] se hizo con el miembro consolador y le hizo ascender hasta alturas desconocidas para aquel escalador inagotable. Subida sobre aquel miembro incansable vio las estrellas sobre la Estrellita de Mar más erógena de todo el Pacífico.

Se aficionó al riesgo y cada vez que su madre salía, aunque fuera a comprar una hallulla[24], llamaba a Aníbal que acudía ya en estado de trance y se entregaba a los juegos de su compañera con la misma obediencia con la que recibía las órdenes de su padre.

Pero la Desgracia quería cada vez más de todo: sexo, peligro, y especialmente, control. Le obsesionaba poder hacer con Aníbal lo que le saliera del capote[25]. Había veces que lo llamaba, lo hacía ponerse en porretas[26] y le obligaba a que le lamiera los pies como si fuera un perro con la verga[27] dando porrazos al suelo con cada lengüetazo.

Otras veces lo amarraba a la cama, le ponía una máscara de lucha libre que tenía su padre en el salón y lo ataba pies y manos con las corbatas también de su padre a la cama. Así inmovilizado le obligaba a hacer horas extras con subidas y bajadas de flujo sanguíneo que mantenían el obelisco con la verticalidad necesaria.

Pero nada parecía suficiente, hasta que se le ocurrió una idea. En el desván había una rueda de carreta antigua que su padre había convertido en lámpara añadiendo un aro exterior adicional cuyo diámetro era muy parejo a la altura de Aníbal. Su padre se cansó del gigante candelabro y la colocó en el desván colgada de las vigas maestras de la casa. La luminaria se podía bajar con un sistema de cadenas contralado por un mecanismo de anclaje que se manejaba con un control remoto. De esa forma se podía limpiar y cambiar las ampolletas[28] fundidas.

Un día llevó a Aníbal al desván, bajó la lámpara, y desnudo lo amarró al aro exterior. Luego probó si el artilugio y las vigas podían con el peso de Aníbal y lo subió con el mecanismo teniendo cuidado de que su trofeo no corriera ningún daño. Lo remontó y bajó varias veces y notó que el órgano escalador se paraba como si estuviera siendo sometido a sus caricias eréctiles. Se dió cuenta de que el miedo paraba más a ese miembro que cualesquiera de sus artes amatorias.

Con este descubrimiento, bajó el artefacto al suelo y se montó sobre Aníbal amarrada por el cipote que había más que duplicado su diámetro.   

De esta guisa activó el mecanismo de subida y bajada tantas veces como pudo hasta que le llegó el divino momento y abandonando sus fuerzas dejó caer la lámpara con todo su contenido al suelo con tal estrépito que se escuchó hasta en el despacho de su padre.

El gerente subió al desván aterrorizado y peor se quedó cuando vio a su hija atrapada por el pene de su leal servidor, Aníbal, quien estaba inconsciente bajo su máscara de lucha libre, lo único de su cuerpo cubierto por tela.

El médico tardó horas en desatascar el pico de la vagina madriguera de la Desgracia y Aníbal tuvo que guardar cama durante varias semanas por las heridas de la caída y por la vergüenza que tenía de volver al trabajo.

CAMBIO DE AIRES

Cuando ya no pudo retrasar mas lo inevitable, Aníbal se reincorporó al trabajo y fue al despacho de Don Austero, el gerente, para informarle de su incorporación esperando su ineludible despido.

Don Austero le recibió serio y triste mientras le contaba que la Desgracia había sido encerrada en un asilo de enfermos mentales para ayudarla a recuperarse de aquella ninfomanía destructiva que había arrasado con su hogar, de tal forma, que Doña Aldonza, antes robusta y lozana, se había quedado mas seca que un ají ahumado.

Aníbal empezó a tartamudear unas disculpas, pero don Austero le cortó en seco diciendo: No tenga usted pena, Aníbal, mi hija es una cuestión perdida y, en cualquier caso, yo debería pedirle disculpas a usted por el abuso que recibió de ella. Vuelva al trabajo que le necesitamos.

Así parecía el tema cerrado, pero Don Austero ya no contaba con la opinión y los servicios de Aníbal que entró en una tremenda depresión por falta de abuso.

Una semana después de su incorporación Don Austero le llamó, estaban buscándole un nuevo destino, en Santiago se le veía perdido y deprimido y Aníbal era un activo muy importante para la salmonera y no podían abandonarle a su abatimiento.

Así le dijo y quiso creerlo porque lo cierto era que por más veces que había intentado que su prodigio creciera con algún intercambio mercantil de por medio, su miembro había abandonado su facultad de prosperar cayendo en el mismo decaimiento que su amo.

A la semana recibió el correo con el que hemos comenzado esta historia, y si bien al principio, se acordó de todos los ancestros de Don Austero, pronto lo aceptó y quiso ver en esa distancia con Santiago una nueva oportunidad.

En el avión camino al sur, con la cara pegada al ventanuco, observó como los paisajes ocres daban paso a horizontes esmeralda, húmedos y relucientes, salpicados de todas las tonalidades vegetales. Cuando el avión abandonó el continente, sobrevolando aquel mar que era manso sólo en su parte interior y salvaje en su zona poniente, sintió una liberación y por primera vez en semanas la cabeza de su fiel aliado empujó la bragueta, dispuesto a saltarse todos los controles y convenciones sociales. Lo apaciguó con un afectuoso: ¡cálmate y gracias!

En la fila del taxi ya era un hombre nuevo dispuesto a encontrar otras Desgracias que lo dominaran y lo hicieran crecer a partes iguales.

Al día siguiente, instalado en su nueva casa, con una nana que le hacía el aseo y la comida, se fue a su nuevo destino a tomar posesión del cargo de gerente de la mayor red de criaderos de salmón del archipiélago.

Pero las noticias sobre su virtudes y experiencia habían viajado con él porque en el escritorio de su recién estrenado despacho, la alfombrilla del mouse tenía forma pentagonal y de cuadro detrás de su silla de gerente una escena marítima llena de estrellitas de mar llenaba la estancia de esencia marina.

No se amilanó ante aquella evidencia y fue a saludar a sus colaboradores que le recibieron entre familiares y respetuosos, con la voz cantarina del sur.

Como ocurría en Santiago los puestos de cierta relevancia estaban ocupados por hombres y las mujeres solo ocupaban puestos de administración o subordinados. Sin embargo, en Contaduría[29] la que cortaba el queque[30] era una real hembra con una magnífica cola[31] y unas pechugas[32] invitadoras y puntiagudas. Amelia se llamaba la diosa de las curvas que le saludó tanto a él como a su amigo de bragueta con una mirada zalamera y un caída de pestañas que le hizo trastabillar.

Amelia se dio cuenta de que había agarrado a su ratón y le propuso que fuera a cenar a su casa para que le fuera poniendo al día sobre la situación de los criaderos, los costos, los ingresos, los proveedores y todos esos temas que él como nuevo gerente, debía reconducir para mejorar los márgenes de la compañía.

Aníbal asintió hipnotizado por el sube y baja de los dos pitones[33] y quedaron a las 20:00 en una dirección escrita sobre un post-it que Amelia deslizó en el bolsillo de su pantalón hasta hacerle creer que había rozado a su amigo trepador porque sintió una punzada de dolor por tener al miembro atrapado en un calzón de compresión para evitar sustos en el trabajo.

ESTRELLITA REVERSIBLE

Amelia le recibió en un habillé[34] transparente que permitía ver con toda nitidez a las dos protuberancias pitoneras[35] porque no llevaba ropa interior. Bajo aquella tela diáfana pudo recorrer el cuerpo de roca de aquella hembra que conseguía moverse sin que ninguna ondulación afeara su porte.

En la mesa le esperaban unas ostras sobre un lecho de hielo con limones en una fuente separada, un molino de pimienta en grano y vino blanco helado.

Amelia le invitó a sentarse diciéndole que le quería regalar con uno de los productos artesanales que hacían famoso al archipiélago y no con el comercial salmón del que terminaría harto a fuerza de comerlo cuatro veces de cada cinco días laborales en la cantina de la empresa.

Conversaron como si se conocieran de toda la vida y a pesar del outfit[36] invitador, lo cierto fue, que le puso al día de los problemas del criadero: poca mano de obra cualificada, subida de salarios por encima del IPC, subida de los insumos por concentración de productores y un mercado muy competitivo y castigado por las denuncias ambientales a los criaderos. Tenía harta pega[37] para mejorar los resultados.

Amelia además de ser sensual y provocadora era una gran profesional que sabía sintetizar en pocas palabras la situación de la empresa y hasta tenía ideas para mejorar las utilidades[38] a corto y largo plazo. Había que comprar a varios productores de alimento para salmón para integrar verticalmente el negocio además de meter depuradoras para limpiar los restos fecales de los salmones, o se iban a la chucha[39], dijo con énfasis y convencimiento. Pero él debía llegar a sus propias conclusiones para luego discutir la mejor estrategia, le sugirió con una sonrisa invitadora.

Era la primera vez que una persona le daba un mínimo de confianza y le hacía creer en su criterio. El sur le estaba empezando a gustar.

Amelia le solicitó su ayuda para limpiar la mesa y guardar los platos y cubiertos en el lavaloza[40] automático, y luego le sirvió un bajativo[41] local.

Pensó que tomarían el digestivo[42] en el salón, pero Amelia le llevó a su habitación con la mayor naturalidad posible. Aníbal evitaba mirar la cama porque sabía del efecto hipnotizador de las queens y kingsize[43].

Pero no tuvo tiempo de empelotarse[44] porque la que se tumbó cual estrella de mar fue Amalia abriendo la tela traslúcida para que Aníbal pudiera disfrutar de aquel cuerpo marmóreo.

Fascinado por la vulva[45] abierta entre aquellas piernas simulando un compás masónico, Aníbal se lanzó a la búsqueda de todos los puntos G del cuerpo femenino equipado de una lengua retráctil que llegaba a lugares ignotos de placer llenando la habitación de todos los tonos agudos que tamaña hembra era capaz de desarrollar para que Aníbal no abandonara su empeño.

Cuando creyó tenerla bien lubricadita, la embistió con aquel ariete ya famoso en la remota isla y en el vecindario que esperaban cada aullido de Doña Amelia como la confirmación del fenómeno que venían esperando desde que se anunció su llegada.

Doña Amelia era mujer práctica, lógica y de números así que creó los turnos para el disfrute comunal. Ella ocuparía a Aníbal el 40% del tiempo y el resto lo cedería, asignando intervalos de quince minutos por hembra gozadora.

Ella elegía también a las candidatas y mantenía a Aníbal con una dieta rica en proteínas y carbohidratos, para recuperar las fuerzas, además de ostras y buen vino para el pasaje.

Los criaderos de salmones con las ideas de Doña Amelia y de Aníbal crecieron tanto como el obelisco humano, y desde la central decidieron promocionarlo a otras zonas para que consiguiera iguales resultados, pero finalmente prefirieron dejarle en la gran isla porque desde allí supo organizar el imperio criador, además de conseguir el apego y cariño de todos los isleños y no era cosa de cambiar la fortuna.

Aníbal no solo mejoró la crianza de salmones, otras criaturas se multiplicaron por el archipiélago, y desde entonces, cada vez que nace un varón, le miran el miembro y si crece con los sustos, es que es digno heredero de tan prolífico padre.

FIN, Castro, 1 de abril 2023


[1] Pertenecientes a la ciudad, urbanos

[2] Equivalente a garbanzos en España

[3] Pucha: interjección chilena para referirse a algo malo o lamentarse por algo.

[4] Chuta: interjección chilena que expresa susto o asombro o es un eufemismo de chucha o vagina.

[5] Pituco: presumido en chileno. Pituco con lucas: presumido con dinero. Clase media alta en Chile.

[6] La Pintana: el nombre procede de la hacienda de la familia presidente chileno Aníbal Pinto donde se construyó esta comuna de Santiago caracterizada por los bajos ingresos de sus pobladores.

[7] Garabatos: palabras o insultos malsonantes en chileno.

[8] Poto: nalgas en chileno

[9] Abuela

[10] Prueba de Selección Universitaria en Chile. Puntaje: nota

[11] Católica: Universidad Católica en Chile, la universidad con más prestigio.

[12] Concluir los estudios universitarios.

[13] Graduarse como

[14] Mina, mujer, chica, muchacha en chileno

[15] Trabajo

[16] Parar: levantar. Provocar una erección.

[17] desnudo

[18] Pico: miembro sexual masculino en chileno.

[19] Ratero: ladrón

[20] Que da placer

[21] Mucha

[22] Se desnudó, se quedó en porretas, en bolas.

[23] Con gran rapidez

[24] Pan chileno

[25] Lo que le diera la gana

[26] En bolas, desnudo

[27] El pene eréctil

[28] bombillas

[29] Contabilidad

[30] La que mandaba

[31] Un trasero o culo estupendo

[32] Tetas

[33] Cuernos de los toros, usado aquí para enfatizar la robustez de las tetas amenazantes

[34] vestido

[35] puntiagudas

[36] vestido

[37] Mucho trabajo

[38] beneficios

[39] Expresión coloquial que significa irse lejos, al diablo, a la mierda. Desaparecer

[40] lavaplatos

[41] Licor

[42] licor

[43] Tamaños de cama americanos

[44] desnudarse

[45] vagina

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